jueves, 12 de febrero de 2009

El cerebro, teatro de las emociones

Madrid (11-04-2006)

Antonio Damasio es profesor de la cátedra David Dornsife de neurociencia, neurología y psicología en la Universidad de Southern California donde también dirige el Instituto de Cerebro y Creatividad. En 2005, ganó el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica. Es autor de libros muy aclamados como La sensación de lo que ocurre, El error de Descartes o En busca de Spinoza: neurología de la emoción y los sentimientos.

Eduard Punset:
Dices que los sentimientos son esquivos, pero también que las emociones preceden a los sentimientos. Lo que afirmas, en realidad, es que las emociones son muy importantes. Y es increíble ver, si miramos a nuestro alrededor, lo poco que se sabe sobre las emociones.

Antonio Damasio:
¡Es cierto!

EP:
En las escuelas, en las instituciones o en un estadio de fútbol, a veces podemos encontrar racismo. Nadie le ha dicho a esa gente que detectar las diferencias, en el pasado remoto, en nuestros antepasados, era fundamental y probablemente necesario, pero que la situación hoy en día ha cambiado. Tras reflexionar tanto sobre las emociones y los sentimientos, ¿consideras que estamos todavía en una especie de desierto?

AD:
Estamos en un terreno menos desértico que hace diez años. El hecho de que hoy sepamos muchísimo más sobre la biología neuronal de las emociones y los sentimientos nos ha colocado en una posición distinta. El problema al que nos enfrentamos ahora es trasladar nuestro conocimiento científico al público general y también a la formulación de políticas. Es necesario que los líderes políticos y educativos lleguen a entender lo importante que son los conocimientos sobre la emoción y el sentimiento porque muchas de las reacciones que consideramos patológicas tienen que ver con las emociones, principalmente con las emociones sociales, y con la facilidad con la que se desencadenan y la manera en la que conducen a un conflicto social.

EP:
Claro...

AD:
Por eso, uno de mis objetivos en el nuevo instituto que hemos inaugurado en la Universidad de California del Sur consiste en comprender las emociones sociales para poder abordar el conflicto social. Se trata de uno de los puntos principales de nuestro programa de investigación.

EP:
Un estímulo desencadena una emoción, pero estamos todavía en el cuerpo. Y afirmas que luego, a través de medios complicados, aparecerá un sentimiento. Y esto ya es un asunto de la mente.

AD:
Exacto.

EP:
¿Qué quieres decir, exactamente?

AD:
Es muy importante distinguir entre la fase de la emoción y la fase del sentimiento. Cuando experimentas una emoción, por ejemplo la emoción de miedo, hay un estímulo que tiene la capacidad de desencadenar una reacción automática. Y esta reacción, por supuesto, empieza en el cerebro, pero luego pasa a reflejarse en el cuerpo, ya sea en el cuerpo real o en nuestra simulación interna del cuerpo. Y entonces tenemos la posibilidad de proyectar esa reacción concreta con varias ideas que se relacionan con esas reacciones y con el objeto que ha causado la reacción. Cuando percibimos todo eso es cuando tenemos un sentimiento. Así que percibiremos simultáneamente que alguien ha gritado (y eso nos inquieta), que nuestra frecuencia cardiaca y nuestro cuerpo cambian, y que, cuando oímos el grito, pensamos que hay peligro, que podemos o bien quedarnos quietos y prestar mucha atención, o bien salir corriendo. Y todo este conjunto -el estímulo que lo ha generado, la reacción en el cuerpo y las ideas que acompañan esa reacción- es lo que constituye el sentimiento. Sentir es percibir todo esto, y por eso vuelve a situarse en la fase mental. De modo que empieza en el exterior, nos modifica porque así lo determina el cerebro, altera el organismo y entonces lo percibimos.

EP:
Es fascinante porque, aunque afirmas que las emociones pertenecen al cuerpo y los sentimientos a la mente, cuando explicas los sentimientos, dices que cuando tu equilibrio metabólico, tu fisiología, tu química interna, funcionan bien, entonces surge un sentimiento de tranquilidad.

AD:
Sí, así es. De placer. Porque percibes que tu cuerpo funciona bien. Y cuando tienes miedo, o estás enfadado, perturbas la fisiología normal, creas conflicto, creas falta de armonía, y es entonces cuando percibes que hay algo que no va bien y que ya no funciona.


EP:
Un colega tuyo, Armand Marie Leroi (un especialista en genética del Reino Unido), dice que la belleza también es así. Ha estudiado las mutaciones y afirma que cuando hay una falta de simetría -algo que está mal en un rostro-, indica que el metabolismo no está bien preparado. En esencia, dice que hay que destacar la importancia del equilibrio físico que significa mejores sentimientos, y quizá signifique también belleza.

AD:
Quizá signifique también más salud. Hay cierto grado de relación entre la belleza y la salud, y la armonía. Hay varios modos en los que estos conceptos operan conjuntamente. Pero no creo que sea aplicable a todas las situaciones.

EP:
Claro...

AD:
Encontramos excepciones de muchos tipos, pero hay cierta verdad en eso.

EP:
Cuando hablamos de dominar las pasiones, dices literalmente que no puede conseguirse solamente a través de la razón pura.

AD:
Así es.

EP:
Y luego dices que es necesario una emoción inducida por la razón.

AD:
Hay dos posturas sobre cómo se puede contener la pasión. La primera es la que puede asociarse con Kant, en la que, literalmente, dices que no, y por pura voluntad lo niegas; y luego está una postura que podríamos asociar con gente como Spinoza, o como David Hume, mucho más humanizada, porque se percatan de que la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa concreta es tener una emoción positiva muy fuerte.

EP:
Eso es.

AD:
Esto nos conduce a lo siguiente: la voluntad es realmente un método para educar a la razón en la búsqueda de un estímulo que pueda volverte positivo en tus emociones.EP:La emoción adecuada.AD:…la emoción adecuada que pueda reprimir la emoción negativa. Ésa es la idea. Y una de las cosas que trato en mi nuevo libro, En busca de Spinoza, es la idea -una idea que tenía Spinoza- de que, para contrarrestar una emoción negativa, hay que tener una emoción positiva todavía más fuerte que la neutralice.

EP:
Eso es. Y esto es revolucionario, porque en el pasado se creía que las emociones debían reprimirse.

AD:
Debemos darnos cuenta de que las emociones vienen en todo tipo de sabores: hay emociones buenas y emociones malas. Y, de hecho, podríamos decir que el objetivo de una buena educación para los niños, los adolescentes, e incluso para nosotros mismos, es organizar nuestras emociones de tal modo que podamos cultivar las mejores emociones y eliminar las peores, porque como seres humanos tenemos ambos tipos. Tenemos una capacidad positiva fantástica, pero también somos capaces de hacer cosas terribles. Somos capaces de torturar a otra gente, de matarla. Todo esto es inherente al ser humano, no es que algunos de nosotros seamos buenos y otros malas personas.

EP:
Ambas cosas están en nosotros.

AD:
Tenemos ambas cosas. Así que el propósito de una buena educación y el papel de una sociedad próspera es permitir que se cultive lo mejor y se reprima lo peor de la naturaleza humana.
"El objetivo de una buena educación es organizar nuestrasemociones."

EP:
Y esto significa un cambio radical en la manera de pensar y de educar a los jóvenes. No les diremos que se olviden de las emociones, que contengan las emociones, sino que en realidad les diréis que hay emociones buenas, que hay que conocerlas, hay que utilizarlas para combatir, luchar contra las emociones incorrectas.

AD:
Exacto. Podemos ilustrarlo, por ejemplo, con la compasión. La compasión es una emoción muy positiva, y no queremos suprimirla. Queremos hacerla más fuerte, hacer que suceda más a menudo respecto a los que sufren. Así que, evidentemente, lo que queremos es utilizar lo mejor y reducir aquello que conduce a la violencia y la tragedia.

EP:
A veces, la gente de la calle me pregunta: «oye, Eduardo, ¿qué pasa realmente cuando, de repente, alguien se siente atraído por otra persona?» ¿Hay alguna manera de calmar a la gente y decirles qué es lo que pasa en realidad físicamente?

AD:
Lo que pasa -si utilizamos mi marco conceptual-, es que se produce un estímulo emocionalmente competente que, debido a su condición y a su diseño, conduce a un sentimiento de alegría. Ves a alguien que, por su apariencia física, puede suscitar deseo. Y el deseo es una combinación de alegría, pero también está relacionado con el surgimiento de varias reacciones muy antiguas que tienen que ver con el sexo.

EP:
La pasión, o el sexo...

AD:
Y ahí empieza una reacción. No necesariamente es amor, el amor es más complicado. En realidad, tiene que ver con la atracción. La atracción es algo que puedes sentir por otra persona con unas condiciones físicas concretas, o que puedes sentir hacia un objeto especialmente hermoso: un cuadro fantástico, una escultura fabulosa, un edificio magnífico, un coche bonito, un paisaje majestuoso... todos tienen la capacidad de generar en ti algo emocional. Y lo que generan es sobre todo placer.

EP:
¿Y se necesitan sustancias químicas para ello?

AD:
Es una combinación de cosas distintas, una combinación de ciertos sistemas en el cerebro que funcionan de un modo concreto, y algunos de estos sistemas producen moléculas químicas que pueden ir a otras partes del cerebro, y luego liberarse al cuerpo, y que producen parte de estas reacciones. Sin duda, en el caso de la atracción sexual que lleva al sexo, se trata evidentemente de un proceso neuronal y químico muy complicado. En el caso de la atracción por un cuadro es un poco más simple.

EP:
Al parecer la música tiene algo que ver con eso.

AD:
Sí, la música tiene que ver con este tipo de reacciones. En nuestro nuevo instituto, estamos estudiando la neurobiología de la música y cómo la gente puede tener ciertos tipos de reacciones emocionales ante la música, ante ciertos tipos de música y no otros.

EP:
Algo que mencionas en tu libro sobre Spinoza es que muchas moléculas distintas pueden intervenir en ello. Oxitocina, hormonas... pero de algún modo el resultado final es igual o muy parecido. Así que la química es distinta, pero el resultado final es felicidad o pena o tristeza.

AD:
Las diferentes moléculas provocan resultados distintos. Por ejemplo, cuando tienes miedo, se generan reacciones como la liberación de cortisol y que se asocian con lo que denominamos estrés. Pero si estás en un estado relacionado con la atracción sexual, o con una sensación de confianza en otra persona, la oxitocina es la sustancia química más importante. En varios estados de recompensa, entra en juego otra molécula muy importante llamada dopamina. Las diferentes moléculas tienen consecuencias distintas. Lo único igual es que todas ellas son emociones, siempre se acaba en un estado emocional, pero no tiene que ser exactamente el mismo estado.EP:Hay una referencia aterradora en tus escritos acerca de una investigación desarrollada en el Hospital Salpêtrière, en París, por un científico llamado Yves Agid que trata pacientes con alzheimer o parkinson utilizando electrodos para activar algunos circuitos neuronales. Y una de las cosas que pasó es que, mientras examinaban a un paciente, un electrodo provocó algo que hizo que la persona pasara a un estado de tristeza absoluta. Y pasó algo similar pero con la alegría.

AD:
Sí.

EP:
¡Dios mío, Antonio! Tenéis en vuestras manos la posibilidad de provocar en la gente la más absoluta tristeza o alegría.

AD:
Por supuesto estas posibilidades existen, pero no hay que pensar en ellas como algo aterrador, sino de un modo positivo: piensa por un momento en la posibilidad de que alguien con una depresión, que esté profundamente triste y no responda a la medicación, pueda tratarse mediante la estimulación eléctrica de una parte concreta del cerebro. Creo que, igual que sucede con todos los aspectos de la investigación que tienen que ver con seres humanos, siempre hay una parte que podría explotarse negativamente. Pero también hay otras cosas que podrían ser muy positivas.

EP:
Como lo de las células madre, ¿no?

AD:
Sí, por ejemplo. Todo esto hará que la gente sufra menos en diez, veinte o treinta años. Sin embargo, como sociedad, debemos ser responsables del uso correcto de estos progresos, de utilizarlos inteligentemente. Y la sociedad debe decidir cómo utilizarlos a través de un debate amplio.

EP:
Después de todo, tras tu investigación, estas cosas no están tan separadas de la realidad. Mencionas, por ejemplo, que uno de los descubrimientos realizados es la capacidad del cerebro de alucinar, de falsear emociones.

AD:
De falsificar un estado del cuerpo. Esto me interesa mucho, y ya sabes que, hace muchos años, en el libro El error de Descartes, sugerí que había algo parecido a una pseudorepresentación corporal, porque podíamos hacer que el cerebro asumiera un estado corporal que no era el estado real del cuerpo. Por aquel entonces, había pocas pruebas que lo corroboraran, era solamente una hipótesis, pero en la actualidad hay muchas pruebas…

EP:
Las hay.

AD:
Sí. Esto es exactamente lo que hacemos: nuestro cerebro actúa como un simulador. Puede simular o disimular cosas. Por ejemplo, si sufres un dolor muy grave pero estás en una situación de peligro, no sientes dolor, el dolor se interrumpe. El cerebro lo provoca.

EP:
Para que puedas correr.

AD:
Para que puedas huir. Así que el cerebro decide autoengañarse y falsificar la información por un buen motivo. Se pueden simular estados que no existen, e incluso negar su propia existencia. Es parte del funcionamiento del cerebro.

EP:
Otra cosa fascinante de tu investigación que me hace reflexionar es la capacidad de predicción a partir de emociones y sentimientos.

AD:
Sí.

EP:
Pero hay algunos psicólogos, por ejemplo Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard, que dice que somos muy torpes a la hora de proyectar, predecir sentimientos. Los sobreestimamos o subestimamos... ¿qué te parece?

AD:
Las dos cosas son verdad. Somos capaces de predecir el futuro pero lo hacemos mejor o peor en función de la cantidad de información de la que disponemos. Evidentemente, si alguien tiene datos muy buenos, realizará una mejor predicción del futuro que si simplemente intenta adivinarlo. Los seres humanos, mucho más que otras especies, tenemos una manera de predecir el futuro, a corto plazo, medio plazo e incluso largo plazo. Por supuesto, cuanto más alejado esté el futuro, ¡menos posibilidades hay de acertar! No puedo predecir, por ejemplo, lo que pasará en la bolsa de los Estados Unidos ni lo que pasará con el precio del petróleo de dentro de dos años. ¡Pero algunas personas pueden hacer conjeturas muy informadas!

EP:
Pero parece que en lo que concierne a lo afectivo, al amor, lo hacemos especialmente mal, incluso si tenemos buena información. Esperamos más de un futuro encuentro amoroso de lo que pasará en realidad. ¿Es verdad?

AD:
Estoy de acuerdo con que es muy fácil dejarnos engañar por nuestros sentimientos a veces. Creo que fue Stuart Sutherland, el psicólogo británico, el que definió el amor como un estado de enfermedad justamente por estos motivos. A veces está muy bien tener una emoción positiva sobre muchas cosas pero, en ocasiones, sobre todo en situaciones de atracción sexual y amor, pierdes el juicio y ya no predices tan bien. Pero incluso así, puedes aprender. No hay motivo de desesperación.

EP:
Dices que para tener sentimientos es necesario un sistema nervioso con la capacidad de proyectar en imágenes las emociones. Y por último, aunque no por ello menos importante: hay que ser consciente de algún modo, de uno mismo, de nuestro yo.

AD:
Sí. Es una teoría muy interesante, aunque es un poco como lo del huevo y la gallina. Todo lo que tiene que ver con la conciencia tiene muchísima importancia. Sospecho que nuestros sentimientos de emoción, especialmente los sentimientos más simples fruto de emociones del entorno, por ejemplo, suponen casi el principio de la conciencia. En cierto modo, no se puede tener un sentimiento propiamente dicho sin conciencia, pero no creo que se pueda tener conciencia sin un sentimiento. Porque hay un punto en el que todo empieza.

EP:
Esto me ha gustado.

AD:
Y luego las cosas entran en una espiral más complicada en la que aumenta la conciencia y el sentimiento. Pero de algún modo, es necesario el inicio. Si no sintiéramos nuestro organismo, para empezar, si no notáramos sus cambios, no podría haber conciencia. La conciencia está íntimamente vinculada con esta sensación inicial de uno mismo, y para tener una sensación de uno mismo es necesario sentir tu propio organismo y lo que cambia en él.

EP:
Ahora entiendo por qué las plantas no tienen sentimientos.

AD:
Así es.

EP:
Pero no sé qué pasa con los perros...

AD:
Yo creo que los animales tienen sentimientos. Especialmente los animales complejos. Me gusta decir que no estoy seguro de que una mosca tenga sentimientos. Pero no voy a pronunciarme sobre eso. No estoy seguro de que la aplysia tenga sentimientos, de hecho sospecho que no. Sin embargo, un perro definitivamente tiene sentimientos. Aunque no voy a decir científicamente que un perro tiene sentimientos porque no hay manera de probarlo.

EP:
Pero hay un poco de conciencia entonces.

AD:
Por supuesto que sí. Creo que el perro, el chimpancé o el gato son conscientes. Especialmente los animales domésticos, que se han desarrollado evolutivamente con muchas características que están en coevolución con los humanos, ¡por supuesto que tienen conciencia y sentimientos! Creo que sería un error terrible suponer lo contrario. Me parece que la postura que hay que adoptar es ésta: no se puede demostrar científicamente de un modo satisfactorio que un perro tenga sentimientos. ¡Pero tampoco se puede demostrar lo contrario! Concedámosle el beneficio de la duda. Si sabemos el tipo de cerebro necesario para los sentimientos y la conciencia, preguntémonos si este animal tiene este tipo de cerebro. Y si el animal tiene ese tipo de cerebro y se comporta como si fuera consciente, entonces probablemente tenga sentimientos. Además, me parece que esto es muy importante para tratar correctamente a los animales.

EP:
Sí.

AD:
Porque me parece que nuestra civilización humana ha adoptado una actitud desdeñosa hacia los animales, asumiendo que no tenían alma, que no tenían sentimientos.

EP:
Spinoza solía decir que para conseguir una sociedad democrática ideal, eran necesarias tres cosas. Me gustaría que habláramos de ello porque estamos bastante preocupados sobre todo lo que sucede. Spinoza vivió en el siglo XVII, ¿no?

AD:
Sí.

EP:
Y él decía que lo primero que necesitamos es libertad de expresión. Lo segundo es la separación entre la Iglesia y el Estado. Y, por último, un contrato social generoso que protegiera a los eslabones más débiles de la red social, ¿verdad? Esto fue en el siglo XVII. ¿Dónde estamos ahora?

AD:
Pues me parece que estamos en un período muy malo de la historia ahora mismo, aunque, en gran medida, hemos aprendido esas lecciones y, de hecho, hemos puesto en práctica algunas de estas lecciones en las constituciones de muchos países. Sin duda en la constitución de los Estados Unidos. Y estos principios subyacen en las constituciones de los países de la Comunidad Europea, constituciones que generalmente respetan la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de expresión... y tienen, como base, un impulso hacia la generosidad para con los miembros más débiles de la sociedad...

EP:
Creo que estamos en un mal momento porque, aunque las constituciones de muchos de los países más avanzados recogen los preceptos de Spinoza, la realidad es que a menudo no se respetan esos principios en los que se basan nuestras leyes. Debemos ir con más cuidado. Nuestro mundo ha experimentado muchísimos cambios que tienen que ver con el enorme crecimiento demográfico, con la enorme difusión de la información mediante la televisión, Internet, los videojuegos. Todas estas vías suponen retos para la razón y las emociones. Es más difícil estudiar detenidamente los problemas, y es más difícil expresar las emociones correctamente ante ciertos estímulos cuando se nos bombardea con información como ahora. Y el proceso sigue acelerándose. Una vez se es consciente de ello, hay que hacer todo lo posible para recuperar ese espíritu de la Ilustración que encontramos en Spinoza. Debemos asegurarnos de que se respeten esos principios, ¡y de que no sean sólo palabras! Está muy bien decir: «yo respeto la libertad de expresión», pero luego hay que cumplir con con ese derecho, no se puede interferir a hurtadillas.

miércoles, 28 de enero de 2009

Francisco Rubia: las neurociencias han superado el dualismo cerebro-mente

El sustrato neurobiológico de la consciencia transformará la imagen que tenemos de nosotros mismos

tendencias21.net

Francisco J. Rubia Vila es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Entre otros cargos, ha sido Director General de Investigación de la Comunidad de Madrid. Su especialidad es la Fisiología del Sistema Nervioso, campo en el que ha trabajado durante más de 40 años, con más de doscientas publicaciones. Es asimismo autor de libros como “Manual de Neurociencia”, “La Conexión Divina” o “El cerebro nos engaña”, así como editor del blog Neurociencias de Tendencias21. En la siguiente entrevista exclusiva, Rubia explica que el hallazgo más importante en el campo de la neurociencia ha sido el de la superación del dualismo cerebro-mente. Por otro lado, señala que hoy conocemos también el papel del hipocampo en la memoria, que el cerebro no es una tabla rasa, sino que nace ya con conocimientos adquiridos; y que las enfermedades antes llamadas “anímicas” tienen un sustrato neurobiológico. Para Rubia, será la búsqueda del sustrato neurobiológico de la conciencia lo que transformará la imagen que tenemos de nosotros mismos y del mundo. Por Yaiza Martínez.

¿Cuál diría usted que es el descubrimiento más importante que se ha hecho acerca del cerebro en los últimos tiempos? ¿Está el ser humano más cerca de conocer sus secretos?

Más que un descubrimiento aislado, considero que lo más importante que ha ocurrido en el campo de la neurociencia es la superación del dualismo cerebro-mente – o cuerpo-alma –, lo que ha permitido que con métodos científico-naturales se traten temas que tradicionalmente pertenecían a la teología o filosofía, como la realidad exterior, el yo, la libertad o la espiritualidad. Esta última, es decir el hecho de que la estimulación cerebral produzca experiencias espirituales, religiosas o de trascendencia, es quizá el tema que va a tener un mayor desarrollo futuro. Todas estas cuestiones tienen una enorme importancia, porque van a cambiar la imagen que el ser humano tiene del mundo y de sí mismo. En respuesta a la segunda cuestión hay que decir que el ser humano, gracias a la ciencia, está cada vez más cerca de conocer sus secretos. A diferencia de otras actividades humanas, en la ciencia el conocimiento es cumulativo, de forma que su actividad, que crece cada vez más rápidamente, hace que nos acerquemos más y más al conocimiento del mundo que nos rodea y de nuestro cerebro, que, en parte, es generador de ese mundo.

En su libro "El cerebro nos engaña" señala que el cerebro se ocupa, principalmente, de garantizar nuestra supervivencia. Para ello, utiliza recursos diversos, ¿cuáles son esos recursos?

Es evidente que el órgano maestro de nuestro organismo, el cerebro, tiene como función garantizar el buen funcionamiento de los demás órganos y la supervivencia de todo el organismo, protegiéndole de las posibles amenazas del entorno. Todo esto ocurre de manera inconsciente y, dentro del cerebro, las estructuras responsables son el sistema límbico – llamado también cerebro emocional – con el hipotálamo, que algunos autores consideran parte del sistema límbico, una estructura que ha sido descrita como el ganglio supremo del sistema nervioso vegetativo o autónomo, que controla nuestras vísceras y las funciones vitales más importantes. Por eso, en situaciones de emergencia no nos ponemos a elucubrar los pros y contras de una decisión, es decir, no utilizamos la consciencia y las funciones intelectivas, sino que, automática e inconscientemente, el organismo responde para evitar los posibles peligros.

Suelo poner el ejemplo de un cazador que se encuentra en la India y que ve tras un arbusto una especie de cuerda anaranjada con tiras negras. El cerebro, con su memoria y capacidad imaginativa, recrea en la mente de ese cazador la figura de un tigre, por lo que escapa a una muerte probable. Si lo observado es una cuerda, el cerebro lo ha engañado, pero en beneficio de su supervivencia.

¿Estarían la experiencia mística o religiosa entre los recursos para la supervivencia que el cerebro nos suministra?

Desde un punto de vista evolutivo es pertinente preguntarse por el valor de supervivencia de las funciones cerebrales, aunque también hay científicos que opinan que algunas estructuras y funciones pueden ser productos secundarios de otras funciones y que, por tanto, no son resultado de la selección natural. Por ejemplo, el biólogo de Harvard, Stephen Jay Gould, a estos productos accesorios los llamaba ‘spandrels’, que en arquitectura son los triángulos curvilíneos que se forman entre dos arcos, también llamados en español ‘pechinas’ o ‘enjutas’. Uno de los autores que han estudiado experimentalmente estas experiencias supone que las experiencias religiosas son un producto accesorio del desarrollo de la sexualidad en el hombre. A favor de esta hipótesis está la proximidad anatómica de estructuras que sustentan la sexualidad en el cerebro y las connotaciones sexuales de algunas de estas experiencias. Para Richard Dawkins sería un producto accesorio de la tendencia infantil a creer lo que los padres le dicen a los niños. Ahora bien, si las experiencias místicas han sido productos propiamente dichos de la selección natural y, por lo tanto, han sido seleccionadas a lo largo de la evolución, entonces tienen que tener un valor de supervivencia que, hoy por hoy, aún no conocemos. Es el mismo problema con la poesía, la música y el arte. En cualquier caso, se ha especulado que el valor de supervivencia de estas experiencias estaría en la superación de la ansiedad y el miedo a la muerte al conectar con algo que se percibe tanto eterno como fuera de nosotros mismos. Otros autores piensan que estas experiencias aumentan la salud tanto física como psicológica de los individuos, ya que es conocido que son capaces de alterar positivamente la conducta.

Acerca de la memoria, ¿cómo alcanza a explicar la neurobiología el fenómeno de la creación de recuerdos, de su recreación o de su aplicación en otros períodos de tiempo? ¿Existe una región específica del cerebro que albergue dichos recuerdos?

A mediados del siglo pasado un paciente que sufría de epilepsia intratable por medicamentos fue operado. Para eliminar el foco epiléptico, el cirujano le extirpó la región medial de ambos lóbulos temporales, incluyendo dos estructuras que pertenecen al sistema límbico: el hipocampo y la amígdala de ambos lados. El resultado fue desastroso. El paciente, conocido como H.M. sufrió lo que se conoce como amnesia anterógrada, es decir, una hora aproximadamente después de experimentar algún suceso, lo olvidaba totalmente, de manera que cuando el médico le decía que un tío al que él quería mucho había muerto, lloraba; pero al día siguiente, si el médico le daba de nuevo la noticia, lloraba de nuevo porque había olvidado todo lo experimentado el día anterior. Este enfermo revolucionó los conocimientos que se tenían sobre la memoria por varias razones. Primero, porque permitió localizar la memoria episódica en el hipocampo y también concluir que el paso de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo era función de esta estructura. En segundo lugar, porque mostró por vez primera que no había una sola memoria, ya que la memoria operativa o motora, también llamada memoria de procedimiento, la que nos permite conservar lo aprendido con el sistema motor, no estaba localizada en el hipocampo, ya que el paciente la conservaba de un día para otro. Hoy se supone que el hipocampo es responsable de la distribución de los contenidos de memoria a las diversas regiones de la corteza según las modalidades sensoriales.

También sabemos hoy que el hipocampo nos permite la memoria espacial, es decir, la que necesitan muchos animales para encontrar las fuentes de alimentos, los alimentos escondidos, los posibles compañeros sexuales o los predadores. Este tipo de memoria la compartimos con muchos otros mamíferos. Desde que sabemos que existe neurogénesis en el hipocampo, es decir, formación de nuevas neuronas, se analizó el tamaño del hipocampo en taxistas londinenses, pudiéndose constatar que era mayor que el hipocampo de otros ciudadanos de esa ciudad. Probablemente, la necesidad de orientarse en Londres hizo que esa estructura, responsable de la memoria espacial, aumentase de tamaño. También sabemos que en la corteza del lóbulo temporal almacenamos información que es inconsciente. Sabemos que la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo se almacenan en distintos sitios, estando esta última ligada a la corteza cerebral.

Es importante saber que en el proceso de percepción, el cerebro consulta los conocimientos adquiridos previamente y depositados en la memoria a largo plazo antes de tomar una decisión y que todo este proceso es inconsciente. El almacenamiento depende de la carga emocional que tienen los sucesos. La memoria se ha dividido también en memoria explícita o declarativa y memoria implícita o de procedimiento. Esta última es inconsciente y para formar hábitos se requieren los ganglios basales, así como la formación de habilidades motoras depende del cerebelo. La memoria a largo plazo requiere la síntesis de proteínas.

¿Qué opina de las ideas del neurólogo Karl Pribram, que señala que el cerebro es un holograma porque nuestros recuerdos no son almacenados en las neuronas, o en pequeños grupos de neuronas, sino en los esquemas de los impulsos nerviosos que se entrecruzan por todo el cerebro?

Hasta ahora nadie ha podido comprobar esa hipótesis. Ahora bien, si los recuerdos no se almacenan en las neuronas, entonces ¿dónde? Lo que es posible es que sea en redes neuronales más que en células aisladas. Pero parece improbable que de cada neurona se pueda reproducir todo un contenido mnésico.

Usted escribe en su blog Neurociencias de Tendencias21 que uno de los conocimientos adquiridos en los últimos veinte años es que el ser humano tiene un sentido innato del número. ¿Qué otros conocimientos innatos nos han sido legados con nuestro cerebro?

El psicólogo norteamericano William James ya dijo en el siglo XIX que si los animales venían al mundo provistos de facultades innatas que servían para adaptarse a su entorno, el ser humano tendría que tener no menos o ninguna, sino muchas más facultades. Nacemos con facultades entre las que se encuentra un sentido del número, un conocimiento que sabe discernir entre lo animado y lo inanimado, un reconocimiento de caras de la propia especie, una gramática universal y, muy probablemente, otras facultades que aún no conocemos. Es de esperar que el conocimiento pormenorizado del genoma humano descubra más en el futuro. A mí me gusta decir que es también probable que el ser humano nazca con una visión dualista del mundo y con un principio que he llamado “arqueteleológico”, lo que quiere decir que tenemos la tendencia, probablemente innata, a buscar en todo lo que experimentamos un principio y un fin.

Usted publicó el libro "El sexo del cerebro. La diferencia fundamental entre hombres y mujeres" ¿En qué consisten, a grandes rasgos, estas diferencias?

La psicóloga canadiense Doreen Kimura asume que estas diferencias vienen dadas por la división de trabajo que existe no sólo en el ser humano, sino también en otros animales que nos han precedido en la escala filogenética. Esta división de trabajo procede de la mayor fortaleza del varón y su mejor disposición para la caza, por lo que el hombre suele ser, por término medio, mejor en tareas visuo-espaciales y en arrojar objetos a dianas. La mujer es superior al varón en fluidez verbal (está demostrado que el lenguaje está más bilateralizado que en el hombre), en empatía y reconocimiento del lenguaje no verbal, probablemente por la necesidad de saber lo que el bebé quiere y en habilidad manual, funciones todas necesarias al quedar con otras mujeres en los asentamientos y procurar la cría de la descendencia y la recolección de alimentos. Me parece una hipótesis muy plausible. Por cierto, la división de trabajo se encuentra también en otros animales.

¿Es el libre albedrío una ilusión del cerebro?

Así parece por los experimentos realizados a finales del siglo pasado. Resumiendo estos experimentos se puede decir que comprueban que el cerebro se activa cuando va a tomar una decisión mucho antes de que el individuo tenga consciencia de esa toma de decisión. Con otras palabras, existe una actividad inconsciente cerebral previa a la consciencia de la decisión, lo que implica que ésta es consecuencia y no causa de la actividad cerebral. Estos experimentos han sido repetidos en varios laboratorios, el más reciente en este año con un resultado sorprendente: la actividad de la corteza prefrontal comienza nada menos que 10 segundos antes de tomar una decisión consciente.

Se trabaja intensamente en la modelización de algunas funciones cerebrales, con la finalidad de replicarlas en máquinas. ¿Considera posible este objetivo? ¿Es replicable el cerebro humano?

En ciencia no se puede decir nunca “nunca jamás”. Algunas facultades ya han sido replicadas. La principal diferencia es que el cerebro no es lógico y que la máquina no posee emociones. Pero se está tratando de conseguir máquinas con estas características. La cuestión más importante es la discusión de si una vez conseguida una complejidad similar a la del cerebro va a surgir consciencia o no en esa máquina. En principio, si no se es dualista, habría que esperar que un nivel determinado y similar de complejidad posea también las mismas facultades que el cerebro humano.

Algunos científicos plantean que la base de la persona, la consciencia de sí mismo, los recuerdos, las creencias, podrán en el futuro ser transferibles a un cerebro artificial para prolongar la vida más allá de las limitaciones biológicas. ¿Cree que esta transferencia es posible, desde el punto de vista de las neurociencias?

En la respuesta anterior ya he dicho que es difícil decir “no”. Posibilidades actuales eran inimaginables hace pocos años. Aparte de la creación de máquinas ‘inteligentes’ se está trabajando en la interacción hombre-máquina que ya ha empezado a dar sus frutos.

Recientemente, publicamos en Tendencias21 que un equipo internacional de investigadores ha conseguido, por primera vez, producir un mapa completo en alta resolución de las interconexiones entre los millones de neuronas de la corteza cerebral. En él, se ha distinguido una trama fibrosa densamente conectada, una especie de núcleo de red, que actuaría como regulador del tráfico neuronal. ¿Cree que ése sería un buen sitio para empezar a buscar el alojamiento de nuestra consciencia en el cerebro? De no ser así, ¿en qué parte del cerebro estaría la consciencia, según su opinión?

Una de las cuestiones más estudiadas hoy en neurociencia es la búsqueda de la localización de la consciencia o, mejor, saber qué estructuras son imprescindibles para producir consciencia. La actividad de la corteza cerebral no toda es consciente, de manera que no conocemos aún esas estructuras. Parece ser que sin corteza cerebral no hay consciencia, pero eso es cierto también de la formación reticular, una estructura del tronco del encéfalo imprescindible para mantener el nivel de alerta de la corteza. El descubrimiento que en el sistema visual las diversas características, como el color, la forma o el movimiento, se almacenan en sitios diferentes de la corteza visual, planteó el problema de la ‘unión’ de todas esas estructuras para generar la imagen completa que percibimos. Se supone hoy que esta unión se consigue con la actividad conjunta de redes neuronales y es posible que la trama encontrada recientemente responda a esa necesidad.

¿Qué relación existe entre la anatomía del cerebro y algunos desórdenes mentales, como la depresión? ¿Afectaría la genética a nuestros estados de ánimo, al determinar ciertas características del cerebro?

Las enfermedades mentales, que antes se llamaban ‘anímicas’, hoy se consideran sin duda que tienen una base neurobiológica cerebral. Todas ellas tienen un componente genético, pero también existen factores desencadenantes que pueden ser biológicos y psicosociales. La implicación de los neurotransmisores cerebrales está fuera de duda, como se demuestra por los fármacos que sirven para paliar los síntomas.

¿Qué procesos cerebrales dan lugar a las alucinaciones, como las del síndrome del miembro fantasma o las del síndrome de Charles Bonnet? ¿Son dichos procesos similares a los de la percepción de lo real?

La hipótesis más plausible es la existencia de dos flujos de información sensorial, uno centrífugo y otro centrípeto. Cuando uno falta o se debilita, aumenta el otro. Así se puede explicar el fenómeno de la falta de flujo centrípeto en la privación sensorial, a la que se han sometido tantos anacoretas y eremitas, con la consecuencia de sufrir alucinaciones producidas por el propio cerebro (flujo centrífugo). El cerebro está hecho para procesar información y si le falta, la genera él mismo. A diferencia de lo que ocurre en la esquizofrenia, en el síndrome de Charles Bonnet el enfermo sabe que las alucinaciones no son reales, aunque se ha comprobado que activan las mismas áreas cerebrales que son activadas con las percepciones normales.

Usted señala que es falso el mito de la ‘tábula rasa’ (la idea de que el ser humano recién nacido es como una tablilla de cera en la que nada hay escrito), porque “el origen de nuestra funciones cognitivas estaría en animales anteriores en la escala filogenética”. ¿Se puede rastrear y conocer ese origen? Y, ¿qué características fisiológicas de nuestro cerebro marcan la diferencia con respecto al cerebro de dichos animales?

El que acuñó el término “estructuras ratiomorfas”, es decir, estructuras precursoras de la razón, fue el etólogo alemán Konrad Lorenz, que, en lógica evolutiva, pensaba que los animales que nos han precedido en la escala filogenético tendrían que poseer al menos rudimentos de nuestras facultades mentales. Tradicionalmente, y gracias al orgullo humano y a las enseñanzas religiosas, se ha pensado que nos diferenciamos totalmente del resto de los animales, lo que es difícil de compaginar con el proceso evolutivo. Pero, entretanto, se han encontrado algunas facultades precursoras de las nuestras en animales que están cerca de nosotros, como los chimpancés, los delfines y las ballenas. Estos animales se reconocen en el espejo lo que da lugar a pensar que tienen autoconsciencia. Últimamente también se ha mostrado que los elefantes la poseen. No hay que olvidar que los chimpancés poseen también la capacidad de aprender un lenguaje de signos que no llega a la gramática sintáctica que nosotros poseemos, pero que representan un rudimento de lenguaje. Y asimismo se ha mostrado que animales que viven en sociedad, como los chimpancés y bonobos, también poseen rudimentos de conducta moral parecida a la nuestra. Nada de esto nos debe llamar la atención si consideramos que no se han encontrado células nuevas en el cerebro del hombre que lo diferencie de los cerebros más evolucionados de animales cercanos filogenéticamente. Las diferencias son sólo cuantitativas.

¿Hacia dónde se dirigen actualmente las investigaciones acerca del cerebro, y qué cabe esperar de ellas a corto plazo?

Como he dicho anteriormente, la búsqueda del sustrato neurobiológico de la consciencia es algo que preocupa sobremanera a los neurocientíficos. Supongo que los hallazgos que se refieren a los sustratos neurobiológicos de funciones mentales transformarán, como expresé antes, la imagen que el ser humano tiene de sí mismo y del mundo. Pensemos lo que puede significar el hecho de que se confirme una y otra vez que el cerebro, como materia que es, esté sometido, como el resto del universo, a las leyes deterministas que rigen a éste. Y consideremos lo que esto puede significar para los conceptos de culpa, imputabilidad, responsabilidad, pecado, etc. Pienso que el hallazgo de estructuras cerebrales que generan espiritualidad da al traste con el dualismo. Falta saber su importancia para la supervivencia y si esta espiritualidad tiene que ver con el origen de las religiones.

En el terreno de la medicina curativa, los avances en el conocimiento del genoma y la terapia génica jugarán un papel importante en la curación de enfermedades degenerativas como la enfermedad de Alzheimer, la de Parkinson, y muchas otras.

martes, 18 de noviembre de 2008

La televisión es el "opio y el refugio" de las personas infelices

Un estudio señala que el consumo televisivo aumenta la infelicidad y puede generar adicción

publico.es

La adicción a la televisión es mucho más que una frase hecha.Un informe la califica comol "opio y el refugio" de las personas infelices a las que, sin embargo, no aporta ningún beneficio "a largo plazo". No sólo eso, sino que también les obliga a abandonar la práctica de otras actividades "más provechosas", según un estudio publicado por la compañía Springer Science+Business Media.

El documento, titulado ¿Qué hace feliz a la gente?, analiza el nivel de felicidad de las personas en función de sus actividades cotidianas. En este sentido, destaca que la televisión es uno de los factores que provoca infelicidad, al mismo tiempo que se convierte en una "adicción para las personas más vulnerables".

La droga catódica

Según el estudio, la televisión tiene "puntos paralelos" con las adicciones, ya que produce "momentos breves de placer", aunque a la larga su consumo puede conllevar "a la miseria y a los lamentos".

"Este medio no exige dificultad alguna para los usuarios, por lo que influye en personas con pocas habilidades sociales", señala.

El consumo diario de televisión es un 30% superior en las personas infelices respecto a las personas más felices, un patrón "particularmente dramático" para Springer. En cuanto a las personas con una felicidad intermedia, el consumo es únicamente un 10% superior al de las felices.

Además, revela que las personas que no están contentas en su matrimonio emplean más tiempo delante del televisor (un 10% por encima del consumo de las personas felices). "La mayor excepción del estudio se produce en el consumo televisivo, con claros índices de correlación con la infelicidad", apostilla.

Según Springer, esta conclusión es contraria a la de recientes estudios elaborados en la universidad de Princeton, donde consideran a la televisión como una actividad "altamente recomendable que mejoraría la calidad de sus usuarios".

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La hipnosis: entre el mito y la realidad

La hipnosis –cuenta la wikipedia– es una condición fisiológica en la cual todas las personas pueden ser inducidas a mostrar varias diferencias en su pensamiento y conducta. Aunque algunos individuos experimentan un incremento en sugestibilidad y sentimientos subjetivos de un estado alterado de conciencia, no es igual para cada persona particular.

La hipnosis, pues, es una realidad científica. Su más importante consecuencia fue el descubrimiento del inconsciente, base del psicoanálisis de Sigmund Freud.



Lo que no es obstáculo para que la imaginación humana, a partir de este fenómeno, haya elaborado muchos mitos y fantasías, situados más allá del método científico.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Explicación científica de los déjà-vu

Los déjà-vu se deberían, según científicos del MIT, a una anomalía en el funcionamiento del cerebro, concretamente en una región del hipocampo. Más información en tendencias21.net.

jueves, 30 de octubre de 2008

Albert Bandura: la crítica al conductismo

El psicólogo Albert Bandura rompió con el conductismo cuando se dio cuenta de fenómenos del aprendizaje que esta escuela no podía explicar. En concreto, el modelado se trata de un aprendizaje donde los alumnos aprenden por imitación de las conductas observadas.

Los experimentos más famosos de Bandura fueron los realizados con el muñeco bobo. Un muñeco bobo es un juguete hinchable en forma de huevo con cierto peso en su base que hace que se tambalee cuando le pegamos.

En una película de una de sus estudiantes, se veía a ésta golpeando al muñeco, y gritándole "¡estúpidooooo!". Bandura les enseñó la película a un grupo de niños de guardería que saltaron de alegría al verla. Posteriormente se les dejó jugar. Y lo que sucedió es que un gran coro de niños se pusieron a pegar con descaro al muñeco bobo gritándole "¡estúpidooooo!”, incluso empleando martillos. Así que imitaron a la joven de la película de una manera bastante precisa.

Lo importante de este experimento es que mostraba cómo los niños pueden cambiar su comportamiento sin que hubiese inicialmente un refuerzo dirigido a condicionar dicho comportamiento, lo cual no encaja con las teorías de aprendizaje conductistas.



Bandura llamó al fenómeno aprendizaje por la observación o modelado, y su teoría usualmente se conoce como la teoría social del aprendizaje. Por sus aportaciones, también se le ha considerado a Bandura como padre del cognitivismo.

En definitiva: los niños hacen lo que ven en otros.



Al igual que en los anuncios de publicidad nos tratan de hacer que compremos cosas por imitación (y si es a personas que admiramos, mucho mejor).

Condicionamiento operante (Skinner)

En el condicionamiento operante, la frecuencia de un comportamiento es aumentada, disminuida o suprimida por refuerzos positivos, refuerzos negativos, castigos, extinciones de refuerzos u omisión de los mismos.

Aquí vemos a un ratón al que los psicólogos convierten en un Indiana Jones mediante el reforzamiento de las conductas adecuadas.



En marketing, por ejemplo, se puede condicionar mediante los típicos premios que se regalan a la hora de comprar un producto.